lunes, 16 de agosto de 2010

La otra Capadocia







Existe un agujero negro en la historia del que se sabe muy poco, el período comprendido entre el siglo V y el VIII, la época posterior a la caída de Imperio Romano. Uno de los fenómenos que nos pueden ayudar a comprender ese momento de oscuridad es el eremitismo. Se trata de una corriente de duro ascetismo, propugnado por un obispo hispano, Prisciliano (siglo IV), que se convirtió en el primer hereje ajusticiado por un tribunal eclesiástico. Sus ideas de rechazo de la unión de la Iglesia con el estado imperial se extendieron por todas partes, pero fue en el Norte Peninsular donde han pervivido. Los priscilianos buscaban la perfección cristiana en la soledad, en lugares recónditos y de difícil acceso.
Esas son las características del pequeño valle de Laño, en el término municipal de Treviño, una de las principales concentraciones de cuevas rupestres de la Península. Separadas por un río y la carretera que conduce a la aldea del mismo nombre, las Gobas –goba en euskera es cueva– fueron excavadas en roca caliza, muy fácil de trabajar. Sendos caminos marcados permiten visitarlas y descubrir su magia en los sencillos habitáculos donde aquellos monjes vivieron y rezaron con radicalidad monástica. El enclave transmite la energía de los mundos perdidos y una gran paz.

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