martes, 16 de junio de 2015

AITZULO y los escondrijos de ARAOTZ



ACCESO: Hasta el barrio de Araotz se accede desde la carretera que asciende desde Oñati hacia Arantzazu.
TIEMPO: Unas 2 horas
Después del paso de Jaturabe, el valle empieza a abrirse y la carretera sube hasta Elizaldea, el núcleo principal de Araotz.






Un puñado de caseríos se arracima en torno al magnífico torreón cuadrado de la iglesia de San Miguel Arcángel, que también luce un pórtico apoyado en columnas. Y alrededor se apiñan la bolera, el frontón, la casa cural y la vieja escuela.

En estos parajes nació Lope de Aguirre, el explorador del que se cuentan tales barbaridades que algunas se han convertido en leyenda



Una vez situados en el barrio Araotz de Oñati, partimos desde la misma iglesia por una escalera de piedra.






Una pista nos lleva al barrio de Ugaran y continuamos junto un viejo lavadero y una cruz de hierro.
 Estamos siguiendo un sendero señalizado con marcas amarillas y blancas.






Tras rebasar los caseríos más altos seguimos ascendiendo entre prados y más arriba entre árgomas y pinares.


 Tras girar un poco hacia la derecha nos vamos acercando entre rocas y hayas a la espectacular y enorme ventana natural de Aitzulo.

Nos encontramos, de pronto, en una gran sala donde sólo vemos el cielo sobre nuestras cabezas por la gran abertura provocada por el desplome de la bóveda. La sala se prolonga por un gran corredor inclinado que termina en una inmensa ventana que se abre al vacío y que deja ver, varios metros abajo, el desfiladero de Jaturabe. El paraje, a mi entender, posee unos valores que deberían estar más promocionados... o mejor, no. (A nada que estemos inspirados, el lugar te da para una buena colección de fotos.)

Abajo, quedan los caseríos de Otálora en el barrio oñatiarra de Urrexola.

La cueva de Sandaili


Y al otro lado del desfiladero de Jaturabe, en las paredes del monte Orkatzategi, se abre una covacha menos espectacular pero bien surtida de mitos y leyendas, quizá tan antiguas como los huesos de las bestias prehistóricas de Arrikrutz. Es la cueva de Sandaili o San Elías, en cuyo interior se empotra una ermita.

Unos 250 metros después de pasar la presa, más o menos en la cola del pequeño embalse, a mano derecha queda un pequeño rellano que permite aparcar tres o cuatro coches al pie del roquedo. Allí, justo donde un panel indica las vías de escalada practicables en estas paredes, arranca una pista que en cinco minutos de paseo nos conduce hasta Sandaili.



Al pie de la gruta se levanta una vieja casona . Y junto a las escaleras que suben hacia la ermita encontramos una especie de abrevadero de piedra labrada, que recoge las gotas que rezuman de las paredes. Estamos en el escenario de unas misteriosas ceremonias de fertilidad, que probablemente hunden sus raíces en remotas creencias de origen celta y que se prolongaron hasta la segunda mitad del siglo XX. Como recogió el etnógrafo José Miguel de Barandiarán en su Diccionario ilustrado de la mitología vasca, las mujeres de Salinas de Léniz venían hasta Sandaili y sumergían en la bañera de piedra tantos dedos de la mano como hijos quisieran alumbrar. Entre las de Oñati, en cambio, la costumbre consistía en meterse en el agua hasta la cintura, «operación que se expresa con la palabra berau, ablandarse». Otras mujeres dejaban ofrendas de ceras y aceites, se lavaban las manos con el agua milagrosa o mojaban ropas infantiles. Y también caminaban hasta esta cueva los habitantes de algunos pueblos alaveses cercanos, que venían a pedir lluvias en tiempos de sequía.

Estos labradores rezaban a San Elías, a quien está consagrada la ermita de la cueva, pero en realidad ese nombre podría ser la adaptación cristiana de un viejo culto pagano. La denominación de la gruta, Sandaili, quizá no derive de San Elías sino de Santa Ylia. Y Santa Ylia podría relacionarse con la diosa Ivulia, uno de los cultos anteriores a la llegada de los romanos, mencionado en una inscripción hallada en Forua (Vizcaya). La relación no se limita al parecido entre los nombres: la diosa Ivulia se vinculaba con el culto a las aguas, precisamente el que se practicaba en esta cueva de Araotz.



ALREDEDORES: Cuevas de Arrikrutz