lunes, 2 de agosto de 2010

Karobia (III)




Este trabajo requería el esfuerzo y la colaboración de un
elevado número de personas, por lo que frecuentemente se
realizaba de forma comunitaria, auzolan, uniéndose para ello
un grupo de caseríos o todas las casas que integraban un
barrio, auzo.
La cal era ya utilizada en la Edad Antigua por numerosas
civilizaciones, como la egipcia, que la usaba en los
embalsamamientos. En la Euskal Herria de la época romana,
se conoce su utilización en la construcción, como se puede
observar en el acueducto de Lodosa (S. I a. d. C.). Pero es sobre
todo a partir de mediados del siglo XVII, al mismo tiempo que
se expandió el cultivo del maíz, cuando se produjo la
proliferación de los caleros por toda la geografía vasca.
La cal era un producto que tenía múltiples aplicaciones.
Así, en la construcción, mezclándola con agua y tierra se obtenía
el mortero necesario para la construcción de muros y paredes,
y combinándola con agua era utilizada para el blanqueado de
los caseríos. En la agricultura, cumplía la función de abono de
las tierras de labranza, a la vez que eliminaba los insectos
perjudiciales para los cultivos. En la ganadería, servía para
curar las heridas de las patas de los animales, o como
desinfectante de los establos. La utilizaban también como
conservante de huevos, introduciendo éstos en la masa obtenida
de la mezcla de la cal con agua.
Sin embargo, a medida que avanzaba el siglo XX, incapaces
ya de competir con la producción industrial de los abonos
químicos y del cemento, los caleros comenzaron a ser
abandonados, hasta llegar a desaparecer hacia los años
cincuenta.

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