La torre de Aranguren se levanta al borde del camino que
une Zubiaur, el núcleo principal de Orozco, con el barrio de
Ibarra y otros lugares del valle. A pesar de su discreto tamaño
es un edificio llamativo: sus arcos apuntados, sus ventanas
conopiales, su decoración… lo destacan sobre las construcciones
del entorno. Aranguren no es, pese a su nombre, una torre fuerte banderiza. No es la casa de un
guerrero, sino la de un hidalgo acomodado. Aranguren es, en realidad, un palacete rural de
clara vocación residencial.
En el piso bajo, hay un amplio portal en arco apuntado.
Su rosca está recorrida por un cordoncillo tenuemente tallado,
y en la clave luce un rudimentario escudo de los Olarte: dos
lobos pasantes ante un árbol y dos estrellas.
Pero es el primer piso el verdaderamente importante. Se
llega a él a través de un patín o escalera de piedra. Su entrada
es un nuevo arco apuntado, más pequeño que el del bajo. Y
a sus lados se abren sendas ventanas conopiales. Una es sencilla,
con alféizar moldurado y la rosca deprimida. Pero la otra es
más aparatosa. También su alféizar es moldurado, pero además
se decora con bolas y un sogueado al frente. En su rosca nuevos
cordoncillos acogen un torpe pero delicioso relieve de la Piedad.
En realidad estos vanos forman lo que podemos considerar
una galería de ventanas orientadas hacia la solana y hacia el
camino. Los dueños de la casa buscaban más luz, y con ello
más calidad de vida. Pero también querían que los caminantes
pudieran ver su magnífica casa, signo externo de su riqueza
y condición social. Comodidad, sí, pero también ostentación.
Su rosca está recorrida por un cordoncillo tenuemente tallado,
y en la clave luce un rudimentario escudo de los Olarte: dos
lobos pasantes ante un árbol y dos estrellas.
Pero es el primer piso el verdaderamente importante. Se
llega a él a través de un patín o escalera de piedra. Su entrada
es un nuevo arco apuntado, más pequeño que el del bajo. Y
a sus lados se abren sendas ventanas conopiales. Una es sencilla,
con alféizar moldurado y la rosca deprimida. Pero la otra es
más aparatosa. También su alféizar es moldurado, pero además
se decora con bolas y un sogueado al frente. En su rosca nuevos
cordoncillos acogen un torpe pero delicioso relieve de la Piedad.
En realidad estos vanos forman lo que podemos considerar
una galería de ventanas orientadas hacia la solana y hacia el
camino. Los dueños de la casa buscaban más luz, y con ello
más calidad de vida. Pero también querían que los caminantes
pudieran ver su magnífica casa, signo externo de su riqueza
y condición social. Comodidad, sí, pero también ostentación.
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