Évora es una de las ciudades mejor conservadas y más agradables de ver de Portugal. Es un verdadero museo al aire libre con un gran número de monumentos y edificios que están maravillosamente conservados y de interés público que llevó a la UNESCO a proteger como Patrimonio de la Humanidad.
Cada época ha dejado su huella en Evora. Fueron los celtas, que la llamaron Ebora y los romanos le dieron su monumento más famoso, el Templo de Diana, que es del siglo II, es uno de los mejores monumentos romanos que se conservan en la Península Ibérica, asentado en una plataforma de piedra, con 14 de las 18 columnas de granito originales de Corinto que aun siguen en pie.
Las casas encaladas, arcos y callejuelas estrechas que caracterizan a la ciudad reflejan la presencia morisca.
La plaza principal, Praça do Giraldo, en su día fue un campo de ejecución durante la Inquisición, pero en la actualidad está llena de tiendas y cafés, y rodeada de casas con atractivos balcones de hierro forjado. Una fuente construida en 1571 frente a la renacentista Iglesia de Santo Antão domina un extremo de la espaciosa plaza.
Las torres de la Sé (catedral), se construyo en 1186, aquí las banderas de los buques de Vasco da Gama, eran bendecidas antes de su viaje a las Indias, la catedral es una mezcla de estilo románico y gótico aunque su pórtico con apóstoles esculpidos son del siglo XIV.
El interior de la Catedral de Évora es gótico, sin embargo contiene un órgano que se considera el más antiguo de Europa de estilo renacentista, el cuerpo de la nave mide sobre unos 70 metros. También contiene un claustro gótico con las estatuas de los evangelistas.
Se puede visitar el museo de arte Sacro que contiene y subir a la parte más alta de la catedral para disfrutar de los esplendidos paisajes de la ciudad de Évora.
Pero lo que más me llamó la atención fueron sus callejuelas, con detalles que no tienen desperdicio.
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